Sobre cómo una obra logra ser la más influyente de su época y en la actualidad: una obra maestra

Tomado de: aquí
Vi, de nuevo, The Great Dictator (“El gran dictador”, 1940, EE. UU.) dirigida, escrita y protagonizada por Charles Chaplin [1889-1977]; incluso, él mismo, junto con Meredith Willson, se encargó de la música. Estamos ante una comedia negra, una sátira política sin igual, que está en cualquier listado de las mejores películas de todos los tiempos; ante una cinta de culto que merece ser vista varias veces, pero no solo porque hace reír (entretiene), sino también por las reflexiones políticas (imperecederas) que allí se hacen (forma). El filme narra el encuentro entre un humilde barbero judío de Tomania, quien queda amnésico por un accidente de aviación en la Primera Guerra Mundial, y el dictador Adenoid Hynkel, quien culpa a los judíos de la mala situación del país luego de la guerra, a la vez que planea conquistar el mundo. Toda una clara referencia a Alemania, al nazismo y a Adolf Hitler.

Ahora bien, hacer un listado de todas las nominaciones y los premios que esta obra ha recibido, sería una tarea difícil. Mejor pasar a exponer algunos elementos en torno a su contenido, desde la filosofía política. En primer lugar, para septiembre de 1939, cuando se empezó a rodar, apenas iniciaba la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Alemania a Polonia, y cuando se estrenó en el año de 1940, EE. UU. no había entrado aún en guerra contra Alemania; inclusive, había un fuerte sector de la opinión pública estadounidense que exigía al gobierno de aquel entonces ser neutral ante el conflicto armado en Europa. Chaplin, claramente, está en contra de esta neutralidad, bajo el viejo principio de que guardar silencio ante la injusticia extrema, buscar la neutralidad ante tamaña inmoralidad, es tomar partido por el mal. Esta película quería inspirar a los ciudadanos estadounidenses para tomar partido en contra del nazismo. Por demás, Chaplin sabía que esta cinta le iba a generar problemas con el sector más conservador y progermano estadounidense, que era uno muy influyente en ese entonces, uno con el que muchos no querrían meterse, pero Chaplin no se dejó amilanar, para fortuna de los amantes del cine y de los defensores de la moderación.

En segundo lugar, el filme denuncia, de muchas maneras, desde el humor negro, hasta el discurso final del barbero (cuando se hace pasar por el dictador, logrando que la voz del cómico se convierta en la de los silenciados y la de la sensatez), el antisemitismo (aunque la persecución nazi no solo fue contra los judíos), la intolerancia y las dictaduras populistas que venden odio para comprar poder absoluto. En este sentido, esta obra, por sus efectos políticos en el auditorio, ha sido considerada como una de las películas más influyentes de todos los tiempos, en competencia con otra cinta del mismo Chaplin: “Tiempos modernos” (1936). Claramente, Chaplin no solo hacía reír… incitaba las opiniones esperando que así hubiese un mundo mejor. En este sentido, llama la atención cómo el barbero le pide especialmente a los soldados de Tomania que cambiasen el rumbo de su país, para evitar así una debacle, lo que pone a pensar en el papel que se le ha atribuido al ejército como el que debe velar por el normal funcionamiento de las instituciones, como lo dijo Platón en su republica ideal, pero que era un anhelo poco realista para ese momento: el nazismo había militarizado la sociedad y el ejército se había nazificado hasta más no poder. ¿Fue ese un acto ingenuo? Y, en caso de serlo, ¿esta ingenuidad es una virtud ante el mal absoluto? ¿Es posible servir a buenos propósitos usando aquella malicia y astucia que es usada por la maldad?

En tercer lugar, hay algo que ha llamado la atención a los historiadores de dicha guerra: Chaplin deja en claro la existencia de campos de concentración para los judíos, justo en momentos en que el régimen nazi hacía de todo para mantener en secreto la existencia de dichos campos. ¿Cómo lo supo? Creería que la respuesta pasa por la obviedad: ¿un régimen como ese no iba a contar con campos así?
En cuarto lugar, la cinta puede dar lugar a sesudas reflexiones en cada minuto; por ejemplo, lo que significa la profesión del judío: barbero. El barbero contemporáneo (no hablaré del barbero-cirujano del pasado) es quien se encarga de renovar al cliente, de modificar su apariencia externa para lograr una mejor sintonía con la propia vida. ¿Quién no acude al barbero cuando desea un cambio en su vida? ¿Quién no busca en el barbero la clave para mejorar la (auto)percepión? El barbero es, como la Stoa, una puerta entre un pasado y futuro, entre no sentirse bien y el sentirse mejor. Bajo el accionar de esta profesión está la clave de la regeneración, la de la apariencia. En este sentido, este barbero busca renovar y embellecer a Tomania, y no solo en su apariencia externa. Esto, por demás, está muy articulado con una de las escenas más icónicas del filme, cuando el dictador alemán compite, en su soberbia, en el contexto de una barbería, con el dictador de Italia, pero que al finalizar ninguno es renovado (sí, Chaplin no deja títere con cabeza, pues también la tomó contra Mussolini).

En fin, esta obra, por donde se mire, respira el deseo de superar aquellas dictaduras que, bajo cualquier pretexto populista, nos han llevado a las peores desgracias de la humanidad. La risa no es un fin, es el medio para transmitir un mensaje político para su época (¡hay que reaccionar ante el nazismo y el fascismo!) y para el futuro (¡cuidado con todo aquel que se venda como mesías! ¡desconfiemos de todo discurso que cree que la salvación colectiva está en desatar el odio, casi siempre cosechado de mitos y leyendas! ¡desconfíen de los que creen que el mundo está dividido entre buenos y malos, creyéndose ellos ser los buenos!). Estamos ante una obra que no muere, pues tristemente, aun necesitamos, como en 1940, ese discurso humanista y sensato. En conclusión, hay que verla, una y otra vez, especialmente cuando caigamos en cuenta que los medios de comunicación nos están alienando (2024-05-31).

Dejo aquí el discurso del barbero, toda una obra maestra de la filosofía política y de los valores de la democracia tolerante:
 


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