Sobre cómo transmitir tristeza y alegría en torno al amor perdido y recobrado


Tomado de: aquí
Vi, una vez más, “Ingen Numsil” (“Die Geschichte vom weinenden Kamel”, “The Story of the Weeping Camel” o, en español, “La historia del camello que llora”, 2003), un documental mongol, con toques de drama, dirigido y escrito por Byambasuren Davaa y Luigi Falorni. La música es mérito de Marcel Leniz, Marc Riedinger y Choigiw Sangidorj, y la fotografía de Luigi Falorni y Juliane Gregor (aplausos a todos). La obra trata sobre un camello albino que es rechazado por su madre, de forma tal que sus humanos, una familia de pastores nómadas del sur de Mongolia (desierto de Gobi), recurren a un músico tradicional para realizar un ritual musical, repitiendo la palabra HOOS –que es el sonido propio para los camellos–, que la motive a aceptar a su cría; de lo contrario, esta moriría. Esta cinta fue muy reconocida en los festivales del 2004. Logró muchas nominaciones y premiaciones, que dan cuenta de su calidad estética y de la profundidad del drama narrado, a un punto tal que la considero una película de culto dentro de su género, una de esas obras que un amante del séptimo arte no puede dejar de ver.

No quiero centrarme mucho en los aspectos estéticos, pues brillan por sí solos. La fotografía es maravillosa y la ambientación impecable. ¿Y qué la hace tan magnífica? Su sencillez. Este documental le apuesta, con mucho éxito, a una fórmula que, en casi todos los casos, en el cine comercial, llevaría al fracaso: la sencillez que rodea tanto la narración como la imagen, y justo por ello logra transmitir sentimientos básicos que se desprenden de las acciones más primarias del ser humano en su cotidianidad (resalto estas palabras: sencillez, emociones primarias y cotidianidad). Recuerdo la primera vez que la vi, en una sala de teatro española, justo en el 2004. Todos los espectadores que pude ver estaban llorando con las escenas más tristes (como las del rechazo a la cría) y alegres cuando las cosas al parecer mejoran. ¿Cómo es que esta obra, sin mayores artilugios narrativos, sin grandes giros en la trama, sin muchas pretensiones técnicas y con actores naturales logra conmover tanto al auditorio? Esta es la enseñanza de este documental: la sencillez que rodea los sentimientos más básicos de la cotidianidad de cualquier ser humano; pero sumado a un elemento que, en nuestros tiempos, incrementa el drama: el medio para la transmisión de las emociones son los animales (especialmente los que, culturalmente, consideramos cercanos, prójimos o de respeto); de alguna manera, nuestra humanidad, nuestra empatía, se siente hoy día más fuerte en relación con nuestras mascotas, con los animales domesticados (como los camellos de esta obra), con los animales que luchan por sobrevivir ante la contaminación humana, etc., que con el otro.

Y justo aquí es que la cinta me puso a reflexionar: ¿nos sentimos más empáticos con una historia centrada en un animal domesticado sufriendo que con una basada en una persona triste? La respuesta es muy compleja, tiene muchas variables y bemoles. Sin embargo, si se me permite generalizar, la respuesta es un sí. Esto se debe a muchos factores, pero me centraré en tres. En primer lugar, los animales domesticados nos dan todo sin esperar mayor cosa a cambio; esta entrega casi que total e incondicionada nos permite estar con ellos sin la desconfianza que le tenemos al prójimo; es decir, se nos presentan como seres sintientes que demandan protección y cuidados, pero que no generan en nosotros el miedo a ser engañados o traicionados. En segundo lugar, sabemos, por nuestra experiencia, que el otro perfectamente puede disociar sus palabras de sus acciones, sus emociones de sus hechos, decir que nos aprecia para actuar de forma contraria, por lo que le achacamos, no sin razón, la posibilidad de manipulación, incluso cuando expresa emociones, que nos pone alertas; en cambio, le adjudicamos al animal domesticado una originalidad y simpleza en sus razones para actuar justo porque no es, potencialmente, una amenaza (obviamente, no hablo de todos los animales ni de todas las experiencias posibles con ellos, pues nuestra reacción no es homogénea ni empática con todos por igual, ambigüedad que denuncia, en varios casos, el ecologismo). Todo lo anterior incentiva nuestra confianza hacia el animal, que se conecta con nuestra desconfianza a las personas que, si se sale de control, puede llegar a cuestionar una de las bases de la humanidad: la empatía hacia el otro. En tercer lugar, en la actualidad el dolor humano, tantas veces reproducido por todos los medios, se nos está volviendo banal, común, se está normalizando; en cambio, el dolor o la tristeza de un animal que nos es cercano nos conmueve en demasía pues se convierte, cualitativamente hablando, en una excepcionalidad que exige nuestro rechazo contundente. Y se podrían dar aún más razones. No obstante, a lo que quiero llegar es que no es necesariamente malo ni perverso esta mayor empatía a ciertos animales (por lo menos a los más cercanos a nuestra cotidianidad) que a los seres humanos. Bien podría pensarse que una forma de humanizar y mejorar los niveles empáticos del ser humano pasa por la convivencia formativa, especialmente desde temprana edad, con animales. En este caso, los animales domesticados podrían servir para humanizar al individuo; aunque, reitero, estoy haciendo reflexiones amplias, pues el espacio no me permite ir más allá. Así, espero, que esta cinta humanice, sensibilice al espectador, para que de esta manera esté mejor dispuesto al encuentro con el otro. ¿Será esto posible? 

En conclusión, esta cinta conmueve a cualquiera, y se torna un poema magnífico gracias a su sencillez en la exposición de los sentimientos básicos de toda persona en su cotidianidad, como lo es el amor. Según Luigi Falorni, uno de los directores, este documental es “la prueba evidente de que nadie puede vivir son amor”. Entonces, esta obra es un ejemplo fuertísimo de la capacidad de transmisión de emociones (y valores) al espectador. No dejen de verla, pero prepárense para una carga emocional muy fuerte. 2024-02-28.


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