Fue tan importante esta batalla que no podía pasar desapercibida para el séptimo arte, y de esto da fe la muy rentable película “Midway” (1976, Dir. Jack Smight). En cuanto los elementos estéticos, está clara la intención de Emmerich de imitar, pero agregando mucha tecnología contemporánea, las muy costosas megaproducciones bélicas de los años 50 y 60 del siglo pasado sobre la Segunda Guerra Mundial; en este sentido, podemos decir que el director hace una cinta no tanto sobre la guerra, sino sobre otras cintas sobre la guerra. Por lo anterior es que el director monta una gran escenografía exclusivamente dedicada al entretenimiento, efecto que logra producir más o menos bien. Sin embargo, la narración es muy básica, con baches y saltos que un amante del cine no puede dejar de percatar. Entre las falencias del guion está la pobreza con la que se construyen los personajes. Esa falta de dramaticidad de los personajes, pero una que sea verídica ante el espectador, me lleva a pensar que hubiera sido mejor que esta obra hubiera sido un falso documental centrado solo en el eje macro (explicación de los eventos de dicha batalla y de lo que hicieron o no hicieron los altos mandos) o un filme exclusivamente bélico, basado casi en su totalidad en la exposición de escenas altamente elaboradas de combates aéreos, y punto. Digo esto último porque uno de los pocos méritos de la película está en ciertas escenas bélicas, bien preparadas y diseñadas con la más alta tecnología, que en algo compensa otras escenas, casi que ridículas, especialmente en el eje de lo micro antes expuesto. Igualmente, otro aspecto para resaltar, y esto hay que decirlo, se trata con algo de respeto a los personajes japoneses, aunque claramente hay una inclinación, más que obvia atendiendo a que estamos ante un producto comercial gringo, a elogiar la acción de los combatientes americanos. Es decir, a pesar de que no muestra a los japoneses como engendros demoniacos o como tarados, no deja de ser una cinta de cómo los “White boys” salvan al mundo libre.
Pasando a temas de contenido, quisiera llamar la atención sobre la forma como la obra entiende la heroicidad: una combinación de temeridad y arrogancia. No duda el filme en señalar que la victoria acompaña a los militares que se comporten así, una característica que ha querido resaltar el cine nacionalista de los soldados estadounidenses. Sin embargo, y retomando a Aristóteles, qué ¿se espera de un buen soldado en la guerra?, la moderación sería mucho mejor que los excesos: “Así sucede también con la moderación, virilidad y demás virtudes: pues el que huye de todo y tiene miedo y no resiste nada se vuelve cobarde; el que no teme absolutamente nada y se lanza a todos los peligros, temerario; así mismo, el que disfruta de todos los placeres y no se abstiene de ninguno, se hace licencioso, y el que los evita todos como los rústicos, una persona insensible. Así pues, la moderación y la virilidad se destruyen por el exceso y por el defecto, pero se conservan por el término medio” (Ética nicomáquea, Libro III). En la guerra, no temerle a nada es peligroso, aunque no tanto como temerle a todo; no obstante, a pesar de que la cobardía es peor que la temeridad, lo ideal sigue siendo la valentía, que es el punto medio entre los extremos ya dichos. Pero esta reflexión no solo aplica para la guerra, sino también para la vida diaria, incluso para los negocios, si seguimos la sugerencia de Tom Morris en su libro “Si Aristóteles dirigiera General Motors”. Y traigo esto a colación porque el capitalismo y sus aduladores nos quieren vender la idea de que el mundo le pertenece a los que arriesgan todo, y suelen poner como ejemplo de ello algunos casos exitosos, aunque guardan silencio sobre los miles que fueron desastrosos. Incluso, la misma película nos recuerda en varias oportunidades que los buenos estrategas son aquellos que arriesgan algo, pero en algún momento se retiran si ven que todo se está poniendo en juego. En este mismo sentido, si bien la cinta elogia a los temerarios que sobrevivieron, pocos si se compara con los muertos, yo quedo con otra lección en vía contraria: que la cobardía, la valentía y la temeridad son cosas distintas. En conclusión, hay que ver esta obra, con reserva, para no quedarnos con la visión exagerada del vencedor, a fin de cuentas "la guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido" (Nietzsche). 2020-09-25.
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