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Pasando a temas más de contenido, debo indicar que el guion es una interpretación libre de un hecho del que todos tienen alguna información (el “Día D”) pero sobre una faceta concreta de la que no se sabe mucho que digamos (¿qué opinaba Churchill, en sus adentros, del Día D?), por lo que el espectador no puede tomarse a pie juntillas lo que allí se narra. En este sentido, la cinta es una mezcla de elementos propios del biopic con cine histórico, pero reitero que la interpretación ofrecida es una versión libre, demasiado libre si se quiere, que tiene por objetivo el entretenimiento del Gran Público, aunque muchos de los espectadores se pueden perder ante los detalles por algo que mencionaré a continuación.
Como se centra en un punto muy concreto de la vida de Churchill, es muy difícil para el actor poder reflejar el carácter complejo de su personaje, lo que solo puede hacerse si el tiempo que abarca la película es más amplio. Al concentrarse todo en un momento de la vida de alguien, se requiere (y allí está lo difícil) de unos conocimientos previos por parte del auditorio para que pueda llenar los vacíos que el filme, conscientemente, deja. Por ejemplo, ¿por qué ese temperamento del personaje?, ¿por qué sus miedos?, ¿quién es ese político que se opone dramáticamente al protagonista?, ¿qué los enemistó? Tristemente, no todos los espectadores conocen, por ejemplo, los intríngulis de la política inglesa de entreguerras como para poder entender las tensas relaciones que la obra muestra de Churchill con su propio partido. Entonces, a pesar de que fue destinado al Gran Público, realmente esta cinta la podrá disfrutar quien conozca la historia de la Segunda Guerra Mundial más allá de las vagas nociones que al respecto ofrece el sistema educativo institucional.
Otro aspecto para mencionar es que, a pesar de tratarse sobre los miedos de Churchill –por su experiencia militar en la Primera Guerra Mundial– al desembarco aliado en Normandía, no estamos ante una película bélica ni mucho menos de acción. Una decepción para más de uno que creyó encontraría escenas militares a raudales. El propósito del director era adentrarse en la complejidad de un hombre que siempre se mostró como seguro y firme externamente, pero que, en su interpretación libre de los hechos, estaba lleno de dudas e inseguridades que, a pesar de todo, no evitaron que Churchill se volviera el líder que el Ruino Unido requería en ese momento para enfrentarse a la amenaza nazi. Finalmente, hay mucha literatura histórica que pondría en entredicho ese papel de “estorbo” que la cinta quiere mostrar de Churchill frente a los militares que planeaban la invasión y de su poco compromiso con el “Dia D”. Por decir algo, quien defendió esa operación militar ante De Gaulle, quien sí tenía fuertes reservas ante tal acción, fue el propio Churchill.
En fin, tomé el filme como un momento de esparcimiento con el mérito de que buscaba encontrar el demonio detrás del santo, es decir, la complejidad del héroe, lo que me recuerda una frase de Hesse en “Siddhartha”: “No obstante, el mundo mismo, lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro propio interior, nunca es unilateral. Jamás un hombre o un hecho es del todo samsara o del todo nirvana, nunca un ser es completamente santo o pecador. Nos parece que es así porque nos hacemos la ilusión de que el tiempo es algo real. Y el tiempo no es real”. La recomiendo, entonces, pero con los matices ya expuestos. 2020-05-29.
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