Vi “Roma” (México, 2018), dirigida y escrita por el maestro Alfonso Cuarón [1961- ], con un reparto que ha merecido, justamente, grandes aplausos: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira y Marco Graf, entre otros. La cinta narra la vida de una familia en la Colonia Roma de Ciudad de México a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado. En esta familia, el lazo central está tendido por Cleo (Aparicio), la joven doméstica indígena. Para empezar, Cuarón recrea con gran nostalgia el valor de las mujeres que lo criaron y, además, aprovecha para mostrarnos el contexto social y político que le tocó vivir en sus primeros años. La película, por los méritos de los que luego hablaremos, ha obtenido muchos premios y reconocimientos, entre ellos tres premios Oscar (Mejor película extranjera, mejor director y mejor fotografía). Empiezo con lo estético, aunque no hay mucho que decir (por la calidad evidente del filme en este aspecto), salvo que Cuarón buscó conscientemente la perfección. Los excesos estilísticos son manifiestos y cada toma fue pensada para romper con los clichés y las formas fáciles de la industria cinematográfica. Esta búsqueda de la perfección artística le costó sendas críticas a la película, en especial entre espectadores habituados a las producciones más comerciales, donde predomina la acción que la estética de la imagen. Y si sumamos lo anterior el predominio del lenguaje emotivo, se tiene que para un buen sector del público esta obra pase por aburridora. Sin embargo, desde mi perspectiva, este exceso estético no recarga el filme hasta hacerlo pesado o hasta lograr colapsar la narración. Pasando a otro asunto estético, aplaudo, además de las actuaciones protagónicas, la gran recreación y ambientación de época, que vuelve completamente creíbles las denuncias socio-políticas que se entremezclan con la narración familiar. Yendo ahora a temas más de contenido, algunos críticos han rechazado la cinta desde aspectos políticos, porque describe, sin hacer una denuncia expresa ni comprometida, varios males íntimos y sociales mexicanos (y por extensión latinoamericanos) de aquel entonces. A ellos podría responderles que una película no tiene el deber de ser política y revolucionaria, además de que sí es posible encontrar trazos de crítica en el filme que ahora reseño, en tanto que la descripción es política en sí misma. Efectivamente Cuarón muestra con nostalgia las mujeres de su infancia, en relaciones que en ese momento eran tomadas como normales e incluso como buenas, pero que hoy día, serían cuestionables. El mejor caso de ello es la posición ambivalente con la que la familia trata a Cleo. Pero a pesar del personalismo de la obra, al espectador le queda muy fácil sacar de allí una visión crítica. De lo personal, por el manejo que Cuarón le dio a la narración, se obtiene lo político, aunque para ello se requiere una acción activa, comprometida, del espectador. No estamos ante una cinta que le da todo masticado a quien la ve. Y uno de esos tonos críticos que propone está en el ambiente de represión y las formas de penetración política del gobierno estadounidense en la vida cotidiana de los mexicanos. Volviendo sobre los aspectos personalísimos, es claro que estamos ante un homenaje del director a su pasado, lo que supone un apelo a la nostalgia en todos los niveles posibles (como por ejemplo mediante el uso del blanco y negro). Esto nos lleva a la reflexión de la importancia de la memoria en la construcción de la identidad, pero una memoria que es además un arma de la crítica política. La añoranza nos impide la pasividad afectiva, pero también nos abre las puertas a la reflexión crítica pues la película así lo permite. La memoria no es solo una herramienta personal y familiar para la construcción del yo con otros, sino que es política también, de allí que la (construcción y la escogencia de la) memoria es uno de los principales campos de batalla de toda organización política, desde la cuna de las civilizaciones humanas. En este caso, Cuarón nos propone una añoranza muy personal que afecte nuestros recuerdos familiares de un pasado que, aunque imperfecto, fácilmente sigue siendo idílico, pero también una memoria, dentro de las muchas posibles, de lo que pasó y afectó el desarrollo social y político de un país que despertaba del sueño en que fue puesto en plena Guerra Fría. Es por ello que digo que la película no es ajena a lo público, como algunos han creído verlo. Por lo anterior, la recomiendo con gusto. 2019-11-15.
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