Sobre la soledad y la sociabilidad: Adán antes de Eva

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Vi “Bajo la piel de lobo” (España, 2017), dirigida y escrita por Samu Fuentes [1972-], con alguna experiencia en documentales y que ahora se estrena en los largometrajes con este drama. La fotografía es mérito de Aitor Mantxola (aplausos) y el reparto está integrado por Mario Casas (aplausos), Irene Escolar y Ruth Díaz, entre otros. Martinón (Casas) es un trampero o cazador (especialmente de lobos), que vive solo en las montañas. Por sugerencia de un amigo, busca una mujer con la que pueda compartir su vida solitaria. Junto con ella descubre su lado más humano (de allí el nombre de la cinta), a la vez que esta nueva compañía marcará su propia tragedia. Ahora bien, esta película fue catalogada como drama romántico, lo que constituye un error, en tanto que el amor apenas se desoculta en la segunda mitad del filme. Pasando al plano estético esta obra resalta por dos aspectos nada menores: la magnífica fotografía y la buena actuación de Casas. Frente al primer aspecto, no puede esperarse menos de una cinta que se ubica entre la naturaleza y los paisajes exóticos. Frente a lo segundo, el experimentado Casas logra transmitir ideas y sensaciones (como rabia por el comportamiento inicial de su personaje y empatía por su humanización progresiva), casi sin usar palabras, pues el director apostó a generar drama con muy pocos diálogos, para ser consecuente con el contexto de soledad en medio de un paraíso natural. Pasando a otros temas, la debilidad manifiesta de la película está sin duda alguna en el guion, pues por su apuesta por las imágenes y el silencio, la tensión dramática se le escapa de las manos. En este sentido, estamos ante un filme que convoca a lo contemplativo, pero no como entretenimiento ni como drama, en tanto no emociona lo suficiente. Eso sí, el espectador debe reconocer que está ante una tragedia mayor, poco explotada, pero esto no significa que la imaginación propia no pueda salir al auxilio de la historia contada. Me refiero en especial a lo que debió haber sentido el protagonista al darse cuenta del que será inevitablemente su funesto destino, destino que lo atrapará en soledad. No creo que se hubiese arrepentido de darse a los otros, en contravía de lo que había sido su existencia antes de casarse, pero no deja de ser paradójico y trágico que los otros sean los que dan sentido a la vida, pero al mismo tiempo los que la destruyen. Igualmente, ¿qué sentimientos desgarrarían a la esposa al darse cuenta de lo que desató por una mala comprensión de quién era su esposo? Además de lo anterior, se vislumbra, sin ser objeto de atención especial, el machismo de la época, lo que puede provocar reflexiones interesantes por parte de un espectador interesado en extraer de la obra algo más allá que las buenas imágenes. En conclusión, es una cinta menor, que se salva por sus imágenes y la contundencia de la interpretación protagónica, pero para quien aun así la vea, que vaya cargado de imaginación para completar lo que quedó pendiente: la tensión propia del drama de la sociabilidad, a la par de los sentimientos que despierta la soledad en el paraíso (como la que pudo sentir Adán antes de Eva). 2019-07-02.


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