Vi “The Dreamers” (RU, 2003), dirigida por el maestro Bernardo Bertolucci [1941-2018], quien aprendió el arte de Pasolini, logrando ser una estrella de las últimas generaciones de lo que se denominó el boom del séptimo arte italiano. Quedará en la historia por cintas como “El último tango en París” (1972) y “El último emperador” (1987). Por demás, “El último tango en París” (1972) le valió una gran controversia al director, aun no del todo resuelta, sobre si la actriz principal dio o no su consentimiento para una escena explícita sexual. Bertolucci fue condenado por la justicia italiana a una pena de cuatro meses de prisión suspendida, pero esto no cerró el debate. Antes bien, aumentó la imagen de misterio que terminó por incentivar el interés por el filme. Ahora lo tenemos dirigiendo esta obra con un reparto integrado por Michael Pitt, Louis Garrel y Eva Green (aplausos), entre otros. La película narra la extraña y erótica relación entre dos hermanos gemelos, Isabelle (Eva Green) y Theo (Louis Garrel), con un estadounidense, Matthew (Michael Pitt), quien está en Paris estudiando. Esto en el contexto de la Revolución de Mayo de 1968. Antes que nada, quisiera llamar la atención del lector sobre lo que creo son las maravillas técnicas de la cinta: el manejo de cámaras, la fotografía, la ambientación y la actuación de Green. Los invito a que pongan su atención en la ubicación de la cámara en los espacios cerrados y la manera como esta le permite al espectador adentrarse, como intruso, en la vida de los tres protagonistas. Igualmente, esta destreza se ve en las continuas escenas con espejos. Tampoco podía dejar de lado la ambientación y el vestuario: son muchos los detalles que fueron tenidos en cuenta para permitirle al espectador sentirse en la Francia de los años 60 del siglo pasado y en la revolución que allí se dio (v.gr. el tema de las basuras en una época de paros, entre otros, de los servicios de limpieza de la ciudad). Y la actuación de Eva Green estuvo magnífica: llegó a opacar a sus compañeros. Pasando a temas más de reflexión, el filme nos convoca a pensar los siguientes aspectos: en primer lugar, es un homenaje al cine mismo, por las continuas reminiscencias que se hace a las obras cinematográficas de antaño, que son como el pegante que une a los protagonistas. En segundo lugar, es una película erótica pero que busca, a partir de desnudos y escenas explícitas, incomodar al espectador. Lo sexual es una excusa para incomodar. En este caso, no se desea un espectador cómodo ante lo que se le cuenta. Y el hecho de que genere incomodidad muestra la capacidad del director de transmitir emociones. En tercer lugar, sin ser el propósito directo de la cinta, permite todo un análisis de la vida intelectual (incluso de las imposturas intelectuales de izquierda) y de la forma como se vivió la gran hazaña juvenil de “Mayo del 68”. En cuarto lugar, el departamento en el que viven los tres protagonistas de la historia es un microcosmos dentro de un macrocosmos en llamas. La mayor parte de las escenas se desarrollan intramuros, mientras el entorno está ardiendo en marchas, protestas y peleas callejeras contra la policía. No es tanto que el filme quisiese ignorar los hechos de “Mayo del 68”, sino más bien que propone que “Mayo del 68” también se libró en los departamentos y en las mentes de las personas. Queda la pregunta sobre si estamos ante un cine político, cine erótico o cine-homenaje-al-cine. Tiene de todo un poco. Esto lo hace más interesante. Finalizo con mi típica crítica a las obras que, por comercialización, reducen los diálogos al inglés. Suena patético que, en un departamento en París, los personajes hablen inglés en todo momento. Esta imposición del monolingüismo en el cine atenta contra el pluralismo lingüístico que es la base de Europa (al respecto, recomiendo este corto pero sustancioso escrito de Carlos Petit). Por todo lo anterior, recomiendo esta película. 2019-04-06.
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