Vi (una vez más) “Good morning, Vietnam” (“Buenos días, Vietnam”, 1987, EEUU), dirigida por Barry Levinson [1942-], un director con una larga lista de filmes, algunos de ellos éxitos comerciales de buena factura (como, por ejemplo, “Rain man” de 1988, “Disclosure” de 1994 y “Sleepers” de 1996) pero quien además ha dirigido obras que la crítica ha destrozado por más benigna que ha querido ser. En lo personal, es un director irregular, que tiene algo que mostrar y cosas que es mejor no ver. Y dentro de eso que hay por mostrar está, sin duda alguna, esta película que ahora reseño, que se ha vuelto una cinta de culto en el género de la comedia bélica. El guion es mérito de Mitch Markowitz [1950-] y la música (aplausos) a cargo de Alex North [1910-1991] quien por demás ha sido en la historia de la industria cinematográfica de Hollywood la persona que más veces ha sido nominada al premio Oscar como autor de bandas sonoras, sin ganarlo nunca en dicha categoría. Igualmente, no podemos dejar de mencionar la estupenda fotografía, de Peter Sova, quien ha trabajado varios filmes con Levinson. El reparto está encabezado por el genial Robin Williams (aplausos) y lo acompañan Forest Whitaker, Bruno Kirby y Robert Wuhl, entre otros. Esta obra narra cómo el locutor militar Adrian Cronauer (Robin Williams), logra cautivar a los soldados estadounidenses que prestaron su servicio en Vietnam a mediados de la década de los 60 del siglo pasado. El buen humor y la gran música le permiten a este locutor, gracioso a la vez que irreverente, situarse como una celebridad entre las tropas y un buen amigo para las personas locales que conoce. Pero sus métodos no son del agrado de sus superiores, lo que le ocasionará graves problemas. Ahora bien, la película es una interesante mezcla entre el género cómico, dramático y bélico. Desde lo estético, como ya lo mencioné, brillan la música y la fotografía. Igualmente, la actuación de Robin William es deliberadamente cautivadora, tanto que el drama de la historia apenas logra aflorar, puesto que la atención del espectador está centrada en él. Tal vez, este sea uno de los puntos más débiles de la cinta: la historia pudo dar más, pero la magnitud del protagonista, sumado a la apuesta a la comedia más que al drama del director, llevaron a que apenas se perciba la tragedia humana. Esto es, que la historia no logra cuajar para volverse un referente cinematográfico de las grandes tragedias de la humanidad en la segunda mitad del siglo pasado, como lo fue dicha guerra irregular. Otro asunto que quiero resaltar tiene que ver con que Robin William pone un sello muy personal en la mayoría de sus papeles, por no decir que casi todos, de manera tal que se vuelve predecible la estructura del personaje en sus filmes, aunque se le perdona esta poca creatividad en la construcción de los roles por su gran capacidad para hacer reír. Agrego que esta obra (que repito es un exitoso coctel de humor y risa en un trasfondo altamente dramático), es una respuesta, desde el propio Hollywood, a la corriente dominante del cine bélico en ese momento. Recordemos que fue en la década de los 80 que aparece un nuevo escenario narrativo que es explotado hasta el cansancio por la industria con todo tipo de obras: la guerra de Vietnam. En este sentido, esta película que ahora reseño sería la contracara a otros vértices de esa tendencia: “The Deer Hunter” (1978, Dir. Michael Cimino), “Apocalypse Now” (1979, Dir. Francis Ford Coppola), “Rambo: First Blood” (1982, Dir. Ted Kotcheff), Platoon (1986, Dir. Oliver Stone) y “Full Metal Jacket” (1987, Stanley Kubrick), entre otras. Prácticamente, en esos años, para ser reconocido como un buen director era necesario contar con su propia película de Vietnam. Y Levinson, sin negar la parte dramática -incluso terrorífica- de dicho conflicto, responde a la tendencia de la industria con una comedia, lo que terminó siendo una apuesta exitosa. En conclusión, es una cinta bien elaborada, correctamente construida y que si bien no hay una proporción entre lo dramático y lo cómico, no deja de provocar la reflexión crítica del espectador una vez este para de reír y cae en cuenta de los puntos trágicos que igualmente expone el filme, puntos maximizados por una buena banda sonora que permite el tránsito de las emociones en cada escena. 2019-01-15.
No hay comentarios