¿Drama trágico o melodrama televisivo?

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Vi, de nuevo, “Albert Nobbs” (RU, 2011), dirigida (de forma más que aceptable) por el director colombiano (de nacimiento) Rodrigo García Barcha [1957- ], hijo del escritor Gabriel García Márquez. Hay que decir que si bien García sabe hacer su trabajo en el cine, sus mejores momentos los ha tenido como director de series comerciales de TV estadounidenses. Está cinta está basada en una novela (“The Singular Life of Albert Nobbs”) de George Moore [1852–1933], la cual narra la historia de una mujer que debe hacerse pasar por hombre para trabajar como camarero en un lujoso hotel de Irlanda. Cuenta con un buen electo: Glenn Close (quien la coescribe), Mia Wasikowska, Aaron Taylor-Johnson y Jonathan Rhys Meyers, entre otros. Esta es una de aquellas cintas que no admiten puntos medios: se le quiere o se le odia. Basta con dar una revisión a las críticas recibidas para darse cuenta de este asunto. Entre sus méritos están las actuaciones protagónicas (Close lo hace muy bien, y no podía hacerlo de otra forma ya que es el centro de casi todas las escenas) y la ambientación que se ve, entre otras cosas, en el vestuario. Tampoco se queda atrás la fotografía y la música. Empero, lo que genera controversia tiene que ver con el recurso al melodrama y el desenlace torpe, dirán algunos. Me explico. En varios momentos del filme, el espectador se siente afectado por la traición que se cierne sobre una persona que logra la empatía del auditorio. Esto puede ser algo bueno, para algunos (pues logra que la cinta se le meta bajo la piel al espectador) pero criticado por otros, pues es un típico recurso melodramático, relativamente fácil de conseguir, que reemplaza, creen los que la odian, el quid dramático por el efectismo sentimentalista. El otro tiene que ver con su devenir, donde la impavidez de la protagonista no deja entrever la evolución del personaje y parece transmitir un desenlace parco, frío si se quiere. Este supuesto estancamiento de la protagonista y de la narración fue una apuesta del director y de Glenn Close para darle paso a una visión intimista (incluso feminista) que bien puede ser usada para una reflexión crítica de la sociedad moralista y patriarcal de su época, y, en alguna medida, de la actual. Y frente al final, odiado por unos y amado por otros, solo hay que decir que deja un sinsabor, pero uno buscado, pues estamos ante una obra realista-intimista (aunque no realista mágica, aclaro) que le apuesta al fatalismo. El espectador asiste así a un final trágico: los esfuerzos de la protagonista para tener una vida mejor terminan esfumándose en las manos de la dueña del hotel, quien representa la opresión y la hipocresía del modelo económico y social. ¿Cuál es mi balance? La recomiendo como una película diferente, bien narrada e interesante. Creo que es una forma de salirse de los clichés convencionales de lo que creemos es el buen cine. Soy, pues, de aquellos que aplaude este filme. 10-07-2012.


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