Sobre cómo la paz, a pesar de todo, sigue valiendo la pena

Resultado de imagen para el salvador archivos perdidos del conflictoVi “El Salvador: Archivos perdidos del conflicto”, un documental en tres episodios del 2013, dirigido por Gerardo Muyshondt (director de otro documental igualmente interesante: “Uno: La historia de un gol”, 2010) y producida por Ricardo Simán y Sergio Rodríguez. Le dediqué un día entero para poder apreciar esta obra de corrido. Se trata de mostrar, por medio de narraciones de los protagonistas (de todos los lados, de todos los frentes, de todos los colores), las causas de la guerra civil (1980-1992), cómo se desarrolló dicha guerra y la llegada de los acuerdos de paz. Esto no lo puedo dejar de hilar con el Diario de Monseñor Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980. Estéticamente, el documental está bien hecho, entrelazando las palabras de los protagonistas en tiempo presente, con las imágenes del pasado tomadas de los medios de comunicación (lo que da cuenta de un buen trabajo de recolección de fuentes primarias). Además, el hilo narrativo está bien confeccionado, permitiéndole a quien no es salvadoreño entender muchos de los hechos de los que en el documental se habla. Claro está que un salvadoreño sacará mejores conclusiones de lo visto que un extranjero, pero este último se siento tocado, empático, con lo que ve. Aplaudo, igualmente, el intento de entrecruzar las voces de todos los sectores que participaron de la guerra (incluso un exagente de la CIA). Faltó, eso sí, la mirada de los escuadrones de la muerte (paramilitares); pero ¿quién podría dar la cara por dichos grupos hoy día? El primer episodio muestra el caldo de cultivo para la guerra que se dio en la década de los 70 del siglo pasado; dicho caldo se vio alimentado especialmente por la ausencia de democracia, la pésima distribución de la riqueza y el radicalismo ideológico en todos lados. Es aquí cuando apareció la voz de monseñor Romero, clamando por una Iglesia al servicio de los pobres, una Iglesia crítica y denunciante, pero no sólo frente a los gobiernos militares, sino también ante el uso ideológico de la fe por parte de los extremistas de izquierda. En cierto sentido, la voz de monseñor Romero fue un faro de mesura y medianidad en un momento crucial. Me queda claro, tanto de su Diario como de este documental, que monseñor Romero no fue un guerrillero, como lo quiso ver la derecha de su país (y la mayoría de los obispos de la conferencia episcopal salvadoreña de su momento, fama que le granjeó fuertes roces con la jerarquía romana y problemas de entendimiento con el papa conservador Juan Pablo II). Fue una voz que habló sin temor, diciendo lo que veía y sentía, criticando tanto a unos como a otros. Fue, sin lugar a dudas, un gran ejemplo de parresia. Lo paradójico es que en 1979 se instauró (mediante un golpe) un gobierno cívico-militar, supuestamente moderado, que deseaba poner fin al radicalismo en ambos bandos, para apostar a una política de reconciliación que evitase la guerra que se venía llegar. Monseñor Romero vio con buenos ojos ese gobierno, pero al poco tiempo, al ver que las prácticas policiales y militares no cedieron, empezó de nuevo con sus críticas fuertes al sistema político, hasta que fue asesinado. ¿Y quién lo mató? La Comisión de la Verdad, de la que participó un expresidente colombiano, e investigaciones posteriores, acusaron de dicha muerte al mayor retirado Roberto d'Aubuisson, fundador del partido político ARENA y al coronel Arturo Armando Molina; pero varios de los entrevistas en el Documental dejan entrever sus dudas al respecto. Pasando a otro tema, llama la atención que quien terminó apostándole a toda cosa -y contra los enemigos de un proceso negociado- a los acuerdos de paz fue, nada más y nade menos, que un presidente de ARENA, muy cercano a Roberto d'Aubuisson: Alfredo Cristiani. Solo un presidente de derecha fuerte, pudo haber guiado a su país a un proceso de paz con la guerrilla (que, por demás, estaba profundamente dividida como suele suceder entre los movimientos de izquierda). Para no extenderme más, este documental me permitió comprender de mejor manera cómo es que se cultiva, cómo se propaga y cómo se puede apagar un conflicto armado. Y digo “un” conflicto, porque es obvio que ningún “acuerdo de paz” da por terminado todo conflicto. El ser humano es conflictivo, y ese no es problema; el problema es que no se sepa afrontar adecuadamente. Y finalizo con tres reflexiones personales ante tan maravilloso Documental: a) los dogmatismos, de todos lados, son los principales causantes de las situaciones de violación masiva de los derechos humanos; b) la valentía para asumir un proceso de paz es mayor que la valentía para seguir la guerra; y c) nuestro principal problema no es si somos de derecha o de izquierda, eso es solo la superficie que evita ver la corrupción, sea del que fuere. Un documental como este tiene muchas -y muy buenas- enseñanzas para Colombia que está en un proceso de paz para terminar uno de los varios conflictos que hemos padecido en las últimas décadas. La recomiendo. 2018-01-18.



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