Vi, de nuevo, The Sixth Sense (“El sexto sentido”, 1999, EEUU) dirigida
y escrita por el controvertido (amado u odiado, pero sin términos medios) M.
Night Shyamalan [1970- ]. El reparto es maravilloso: Haley Joel Osment, Bruce
Willis y Toni Collette, entre otros. Creo que sobra decir algo de la trama,
pues es una película ultra reconocida. Baste recordar que trata de un psicólogo
infantil (Malcom Crowe) que ayuda a un niño (Cole Sear) a enfrentar sus miedos,
en especial, los que le producen su capacidad paranormal de ver fantasmas; lo
interesante es ver cómo la ayuda se devuelve, pues quien atiende terminará
siendo atendido. Ahora, opinar, lo que sea, de una película tan vista y
analizada, es un gran riesgo. Pero lo asumo. En primer lugar, había visto
muchas veces esta cinta, sin embargo nunca me atreví a opinar, por lo menos no
de esta forma, sobre ella. ¿Por qué ahora sí? Porque creo que la distancia que
se logra con el tiempo y la repetición (como dije, la he visto varias veces),
me permite reconsiderar (¿madurar?) mis perspectivas iniciales. La primera vez
que la vi la tomé como cine de terror. Hubo escenas que me hicieron sentir
tanto miedo, que las consideré (y lo sigo haciendo) que dichas escenas ya están
en el hall de la fama de dicho género. Pero, luego de dicho impacto, observo
que va más allá del terror: es un drama, incluso afectivo, a la vez que sigue
en buena medida el patrón del “road movie”, pero aquí no es el viaje o el
camino quien cambia a los personajes, sino la terapia. En segundo lugar, algo
sobre el director. Hay pocos directores que generan tantas reacciones como
este: o se le adora o se le odia (creo que predomina lo segundo). A mi parecer,
esta es su mejor película (muchos dirán que su única película buena), pero tampoco
echaría a la basura varias de sus otras obras. En el fondo, creo que el
principal problema de dicho director es que está mal “vendido”, esto es, que su
tipo especial de relatos no encaja en el molde tradicional y los productores lo
comercializan como suspenso o terror, cuando a veces se acerca más a la ficción
o a la fábula para adultos. Viendo la generalidad de sus películas, estamos,
pues, ante un cine comercial pero con tintes de autor, lo que le da identidad
propia. En tercer lugar, esta cinta, maravillosa como ya lo dejé en claro,
tiene muchas virtudes: su fuerza inusitada, el suspenso constante, un buen
ritmo, un final contundente, no cae en chicles, astuta como aterradora y, lo
que no es menor, logra sacar lo mejor de Bruce Willis como actor. En cuarto
lugar, está que la cinta, como también lo plantee, impone al espectador
meditarla, no solo para cerciorarse de lo bien que se plantean los desenlaces,
sino también porque sirve de telón de fondo para varias reflexiones, por
ejemplo, sobre la terapia (¿cómo enfrentar los miedos?, no sólo los del niño,
sino también del psicólogo y de la mamá). En este sentido, la cinta puede ser
vista incluso como motivacional, pues al finalizar, en el enfrentar al monstruo,
está la salvación de la construcción del sujeto como persona. Y esto por
mencionar una reflexión, de las muchas posibles a partir del filme. 2017-11-22.
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