Sobre cómo disfrutar una obra al saber qué puede ofrecernos: es cine infantil y no cine antibélico

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Vi “Maikäfer fliegaka” (“La primavera de Christine”, Austria, 2016) dirigida por Mirjam Unger [1970- ], siendo esta su obra prima en el largometraje. El guion es de Sandra Bohle y de la propia directora, basada en una novela biográfica de Christine Nöstlinger [1936- ], reconocida escritora de literatura infantil y juvenil. La película narra la vida de una niña vienesa durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, esto es, los últimos días del régimen nazi y la llegada de los rusos. Ahora bien, la cinta es muy correcta en cuanto la parte estética. Brillan, por sí sola, la dirección actoral y la fotografía. Pero la fuerza (y el debate) está en el guion mismo. La narración está lejos de ser una obra política, incluso sería intrépido llamarla antibelicista, aunque el espectador termine por humanizar a los combatientes y, por tanto, ridiculizar los argumentos que nos impulsan a matarnos a unos y otros. La narración está más cerca de la fábula (metafóricamente hablando) infantil (sin ser cine para niños) que del drama bélico, y no podía ser de otra manera atendiendo la trayectoria de la escritora de la novela biográfica y que el personaje central es una niña, quien ve el mundo que le rodea con otros ojos a los de los adultos. Sin embargo, esto no le ha caído bien a muchos críticos quienes hubieran preferido que la cinta, siguiendo trazas que deja en escena, se hubiera ido lance en ristre contra la guerra y dejase en claro las intenciones políticas de la producción, para no dejar dudas sobre si se trata o no de rusofilia (por ejemplo, no se menciona el tema de las violaciones a las mujeres alemanas-austriacas, aunque a favor de la película hay que decir que los soldados rusos se portaron de manera diferente en Austria –que consideraron país ocupado por los nazis- que en la propia Alemania). Tal vez no se entendió que estamos ante una narración infantil, aunque cruda, de una terrible realidad que moldeará la forma de pensar y de actuar de una niña que, más adelante, será reconocida como de las mejores plumas austriacas en su género. Por esto, no hay maniqueísmos (ni nazis ni rusos son demonios, per se), sin sesgos políticos, sin mayores pretensiones que la nostalgia e incluso la ternura (pienso en el cocinero ruso), sumado al drama de quienes padecieron la guerra en sus cuerpos. Pero aclaro, para evitar malentendidos: el hecho de que se privilegie la perspectiva de la niña, no hace de esta cinta una apta para niños. Así las cosas, a pesar de las duras críticas que el filme ha recibido, me parece una buena obra, con excelentes interpretaciones, que evita exponer lo más sórdido de esa guerra para centrarse en mostrarnos el mundo desde la visión de una niña altiva, y cómo ese tiempo difícil y doloroso, sumado a la amistad del cocinero ruso, terminará por dejar una huella, tan tierna como melancólica, en la mujer que luego escribirá, exorcizando su pasado, sobre aquellos años. La recomiendo. 2017-07-05.



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