Vi “The Rise of the Krays” (RU, 2015), dirigida por Zackary Adler (primera película que le veo) y con guion de Ken y Sebastian Brown. Cuenta con un reparto algo modesto pero que cumple su labor a satisfacción: Nicola Stapleton, Kevin Leslie, Simon Cotton, entre otros. Antes que nada, hay que recordar que hay una obra anterior sobre la misma historia: “The Krays” (RU, 1990, Peter Medak). Además, ese mismo año, 2015, aparece “Legend” (RU, 2015, Brian Helgeland) sobre los mismos hermanos mafiosos. Pero volviendo sobre el filme que nos interesa, éste es un biopic que narra el ascenso, en el mundo de la mafia londinense (década de los 50 y 60 del siglo pasado), de dos hermanos gemelos boxeadores y la manera como tejen redes de corrupción a su alrededor. Al parecer, el filme termina en el momento cúspide de dicha banda mafiosa, esto es, justo antes de empezar su declive. Ahora bien, la cinta es correcta en lo formal, aunque esperaba más de su banda sonora, pues los filmes de gánster y bandas juveniles inglesas suelen descollar en este sentido, máxime el período en el que se centra. Las actuaciones son buenas, aunque pudieron ser mejores. En especial, el hermano gemelo que está “loco”, quien no logra convencerme del todo, pero no creo que sea problema del actor en sí, sino del guion que intenta mostrar la “locura” del personaje por medio de contextos que, para un latinoamericano, no son para nada convincentes (pienso por ejemplo, el escándalo que supone que un mafioso lleve un arma de fuego). Esto me lleva a otro asunto: la exposición de la violencia. Se muestra la peligrosidad de los hermanos porque son buenos boxeadores… ¿la mafia usa los puños como expresión de su agresividad? Tal vez no coincide el sentido de cómo opera la mafia en Inglaterra a cómo lo hace en otras partes del mundo, pero no deja de mostrarse como algo artificioso y poco creíble. Para ir concluyendo, creo que se está ante una buena historia que daba todo de sí por estar a medio camino entre cine gánster y cine de época, incluso con ser una versión renovada de los buenos éxitos de las películas inglesas de jóvenes rebeldes (por ejemplo, “La Naranja Mecánica” (1971) y “Quadrophenia” (1979)); pero se queda en eso, en ser pura potencia. Ya desde el tema de contenido, si bien no es un tema central de la obra, remite al típico problema de las democracias occidentales: el chantaje como forma política. El político es sujetado mediante el chantaje y, como no hay santos en la vida, todos tienen algo que perder. Esta situación termina por destruir las aspiraciones loables del sistema político y lo encadena a la corrupción y a la complicidad. ¿Cómo evitar que el chantaje sea una forma de manipular al político? Esto remite a uno de mis trabajos sobre la doble moral como norma en la democracia electoral (aquí). Igualmente, la película permitiría, con una adecuada dirección, un interesante debate sobre el sistema de responsabilidad penal juvenil, de un lado, y sobre criminología crítica, del otro: ¿cómo evitar el ascenso de “joven rebelde” a “mafioso”? En conclusión, la cinta no es mala, entretiene y, me faltó decirlo, tiene varios diálogos muy interesantes. Pero el espectador siente que presenció una gran oportunidad parcialmente desperdiciada, con un exceso de representación de la violencia física pero no por ello logra ser convincente ni mucho menos alcanza un buen nivel dramático. La recomiendo, con ciertas reservas. 27-01-2017.
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