Vi “Il capitale umano” (“El capital humano”, Italia, 2014) dirigida magistralmente por Paolo Virzì y escrita por el director conjuntamente con Francesco Bruni y Francesco Piccolo, basados en la novela homónima de Stephen Amidon. El reparto es de lujo: Valeria Bruni Tedeschi (aplausos especiales), Fabrizio Bentivoglio, Valeria Golino, Fabrizio Gifuni, etc. El filme gira en torno a la investigación criminal por el atropellamiento de un ciclista en una ciudad italiana del Norte, narrándose lo sucedido desde tres puntos de vista y, finalmente, desde una perspectiva extradiegética conclusiva. Pero se aprovecha la oportunidad para narrar, además, la vida de tres familias, una rica, otra de clase media y, finalmente, una con muchas dificultades no sólo económicas. Hay que decir, de entrada, que esta obra ha descollado, por sobrados motivos, en muchos festivales, por lo que hacer el listado de sus nominaciones y premios haría muy larga la reseña. Agrego que las actuaciones son impecables, lo que deja claro el buen casting y la gran dirección artística. El guion es muy bueno, no sólo porque logra atrapar con la historia sino que mantiene una tensión muy pertinente en todo momento, a la vez que permite al espectador hacer una crítica social a lo que se muestra. Resulta que la película, si bien nunca abandona el thriller detectivesco, va más allá y expone con ojo clínico, a la vez que crítico, la sociedad italiana en momentos de crisis económica, convirtiéndose en un documento que supera el entretenimiento y aborda la crítica social de manera ejemplar. Agrego que fue maravillosa la crítica mordaz a los intelectuales cuando se les muestra reunidos definiendo el programa de presentaciones artísticas de un teatro. Pero mi interés, por mi formación particular, está en otro lado: la cinta narra muy bien dos cosas, la primera es que lleva de la mano al espectador para dilucidar un crimen (que sólo se resuelve en los últimos instantes en contra de los indicios y las conjeturas iniciales) y muestra lo arriesgado y lo difícil que sería para el investigador criminal saber qué pasó más allá del ojo onmiconsciente que sí permite el género fílmico. En este sentido, esta obra será crucial para un jurista y un investigador criminal, para entender la distancia que puede haber entre lo conjeturado y lo sucedido, en lo que se cree pasó y lo que realmente aconteció. Tal vez, la única crítica que se me sale en estos momentos tiene que ver con que todo encaje tan perfectamente, demasiado a mi modo de ver. Hubiera sido más realista si se hubiese dejado algunas dudas al espectador, pues a fin de cuentas, en el mundo de la vida, las cosas no se nos presentan –ni siquiera con el paso del tiempo- tan diáfanamente. Pero salvo este asunto, que es a todas luces menor, la obra es completamente recomendable y la considero, aunque esto pueda ser objeto de debate, la mejor película de este director (superando, incluso, a “Ferie d’agosto”, 1996). 13-01-2017.
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