Vi “El abrazo de la serpiente” (Colombia, 2015), dirigida por el maestro Ciro Guerra (de quien recomiendo también “Los viajes del viento”, 2009) y con guion de Jacques Toulemonde y del propio director. Hacer una sinopsis de la cinta es algo complejísimo, pues son muchos los aspectos que allí se tocan. Podría decirse, a vuelo de pájaro, que trata del viaje de un etnógrafo alemán, a inicios del siglo XX, por la selva amazónica colombiana, buscando recuperar su salud de la mano de un chamán, único sobreviviente de un pueblo indígena. Décadas más tarde, un botánico estadounidense rastrea una planta exótica mencionada por el etnógrafo alemán en su diario de viaje, por lo que se contacta con el chamán solitario, quien ha perdido la memoria, para ir juntos en su búsqueda. Antes que nada, hay que decir que este filme ha cosechado muchos éxitos, entre ellos la nominación al Oscar como mejor película de habla no inglesa. Hacer el listado de sus nominaciones y selecciones oficiales, haría más larga de lo necesario esta reseña. Pasemos mejor a comentar la película. Se trata de una obra colombiana con una producción rara vez vista en nuestra cinematografía. Esa buena producción es causa y a la vez efecto de una extraordinaria fotografía (que lleva al espectador a la sensación de “infierno verde” que transmite la selva inhóspita) y un buen guion que logra un equilibrio entre tensión y ritmo. Incluso, la obra parece transitar muy lentamente, como corresponde a los ritmos selváticos, pero aun así le rinde pues logra dar cuenta -sin problema alguno- de la trama generando una saludable tensión en el espectador. Pero lo que más me interesó del filme, es las posibilidades de análisis que despierta. En primer lugar, al ser un documento con una narración que se acerca a la forma del mito, logra comunicar tanto el mundo de la colonización occidental con el mundo indígena ancestral. Se da cuenta, entonces, de estas dos facetas. En segundo lugar, el trabajo expone dos formas de asumir la investigación antropológica. De un lado el alemán asume una visión lo más neutral posible de la etnografía (ver la escena de la brújula), mientras que el estadounidense sería más “participativo” (recordar su confesión de la finalidad de su misión en la Amazonía o cuando intenta dar dinero al chamán). En tercer lugar, la cinta termina siendo un documento-homenaje a los pueblos amazónicos desaparecidos en los siglos XIX y XX por parte de la colonización esclavista cauchera, lo que también se recrea en la gran obra “La Vorágine” de J.E. Rivera. Esto incluso permitiría un buen ejercicio pedagógico para diferenciar los procesos colonizadores y deconstituyentes españoles (representado por la reducción de indios liderada por el misionero) comparados con los procesos colonizadores republicanos y capitalistas (representados por las infames caucherías). En fin, la película cautiva no sólo por su valor estético sino también por una buena historia que se tiene entre manos y que invita al espectador a hacer reflexiones que van más allá de lo visual. Tal vez, lo único que no me gustó fue ese final abstracto, tan abierto: la tensión tan bien administrada, pierde su dosis equilibrante con un final así, a mi modo de ver. La recomiendo, entonces, sin duda alguna. 24-01-2017.
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