Vi “Man Hunt” (1941, USA) del mítico director Fritz Lang (el mismo de “Metrópolis”, 1927), con guion de Dudley Nichols basado en una novella de Geoffrey Household. La película narra cómo un cazador inglés, amante de las aventuras, intenta acercarse a Hitler para simular que lo asesina (el interés no está en la presa, sino en la búsqueda). Sin embargo, es detectado por la Gestapo, pasando de ser el perseguidor al perseguido. El cartel de actores es de lujo: Walter Pidgeon, John Carradine y muy especialmente George Sanders quien logra una de sus mejores interpretaciones para la historia del cine. Ahora bien, estamos ante el género de historia-ficción que es de los más difíciles, pues plantear ficción dentro de marcos históricos (incluso los contemporáneos teniendo en cuenta la época de realización del filme) no es nada sencillo; pero Lang, como suele hacerlo, logra un equilibrio dramático que permite el entretenimiento sin generar burla entre los más avezados. Nuevamente caigo en Lang: el maestro. Este director logra imponerse en las escenas colapsando en más de una oportunidad a los propios actores. Por ejemplo, en esta cinta, se da cátedra de manejo de cámaras, encuadres y luces. Son decenas las imágenes memorables que logra el director por medio del juego de sombras y encuadres milimétricamente planeados que dan a entender que hay todo un perfeccionista detrás de la cámara. Y esto acompañado de una música bien escogida para las escenas. Todo redunda en mantener el entretenimiento a la vez que el drama de fondo: la denuncia de la maldad en sí misma, reflejada en la actitud de la destrucción de lo diferente y un sentimiento de júbilo injustificado -pero bien retratado- por parte de los fanáticos. ¿Cuántos radicales en la actualidad no se hubieran vestido con orgullo con las prendas nazis si hubiesen vivido en aquél entonces? Esto es lo que me pregunto luego del filme, al ver los diálogos entre los dos cazadores (el inglés y el policía nazi). Pero sigo con mis reflexiones estéticas: todo va de maravilla, hasta el final acelerado que corta con el manejo dramático dado hasta el momento. Ese fin medio previsible y rápido de un hombre que salta en Alemania para terminar su labor, le resta, a mi modo de ver, a un filme tremendo desde otras aristas. Sin embargo, sigue siendo un clásico imperdible para un cinéfilo y del cual, si se hace un buen ejercicio de prolongación en el tiempo de las tesis del mesianismo, encontramos interesantes reflexiones políticas para la actualidad. La irreflexión y la euforia en la política, suelen ser tan perjudiciales como el inactivismo y la apatía, puesto que detrás de todo dictador hay una jauría de idólatras y otra de abúlicos. La recomiendo sin chistar. 12-09-2016.
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