Vi “1001 Gram” (Noruega, 2014) dirigida y escrita por Bent Hamer (hombre de pocas películas, pero con un éxito detrás: “Historias del cocina” (2003)). El filme está catalogado como drama aunque la verdad es una cinta de autor algo difícil de clasificar. Se trata de una científica noruega que es encargada de llevar a Paris el peso de kilo referencia de Noruega, justo cuando su vida se cae a pedazos; pero es allí, en París, donde todo parece que se reencauza con un nuevo amor. Ahora bien, el filme es curioso como aburridor, pero lo último cede ante lo primero, en la medida que lo innovador da pie a que el espectador se entretenga hilvanando lo que se presenta, aparentemente, de forma superficial. Es una cinta perfeccionista en los elementos estéticos (buena metáfora con la precisión exigida en el trabajo de la protagonista: la exactitud del peso), por lo que no hay reparo alguno con estos asuntos. Mi problema es con la narración, que invita a buenas reflexiones y meditaciones, pero se hace de una forma tan lenta y aparentemente ligera, que si no se despabila el espectador en un par de escenas, terminará por ceder a su impulso de tomar el control del televisor. Sin embargo, me llené de disciplina y la terminé y, al meditarla, caí en cuenta de ciertos aspectos muy interesantes. El primero es que el director-guionista no puede dejar de ver su trabajo como una precisión de medición de pesos, esto es, la perfección en la medida de las cosas. El segundo, es que la protagonista, una mujer medida, como debe ser atendiendo su trabajo, observa cómo el mundo se le desmorona en todo sentido. Otra persona habría colapsado, sin embargo ella se mantiene, en la superficie, medida, exacta. Cuando ya todo parece estallar poniendo en riesgo incluso el peso de referencia del kilo de Noruega, la joya de su país, todo empieza a aclararse en un nuevo amor. Tercero, una frase continua de la película que recoge una gran sabiduría en sí misma: “la carga más pesada, al final, es no tener nada que llevar”. La vida, sin dificultades, sería el infierno, cosa que me recuerda al filósofo colombiano Estanislao Zuleta, con su buen texto, “El elogio de la dificultad”. Llevar el peso de referencia noruego a otro país constituye la metáfora de lo que significa cargar el peso de los problemas de la vida. Cuarto, que es un filme que respeta la pluralidad de idiomas de la cultura europea: un director gringo haría que todos hablasen inglés. Finalmente, el título: en la cinta se menciona el peso del alma (21 gramos) y el cuerpo cremado del padre pesó 1022 gramos, pero cuando ella se despide, la balanza se autocorrige en 1001. En conclusión, no es un filme para cualquiera, pero quien se decida a verla tendrá una excelente excusa para pensarse. 26-09-2016.
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