Cine político disfrazado de falso-documental: cuando ni la censura puede evitar que hagas cine (Taxi Teheran, 2015)

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Vi “Taxi” (Taxi en Teherán, Irán, 2015) dirigida y escrita por el gran Jafar Panahi, quien está pasando malos momentos por la censura en su país [ha padecido varios arrestos, tiene prohibido ejercer su oficio (cosa que con su ingenio logra transgredir) y no puede salir del país ni conceder entrevistas]. Se trata de una cinta, que sigue el formato del falso-documental, pero realmente pivota entre la comedia y la tragedia, dejando un claro tufillo de crítica política a un régimen que intenta silenciar a directores como Pahani, pero éste busca cómo seguir haciendo cine por medio de ingeniosas creaciones como ésta (una cámara al interior de un taxi). Se trata de un taxista (quien es el propio Panahi, quien no oculta su identidad en la cinta) que recorre Teherán y así logra mostrar el variopinto de las relaciones sociales de su ciudad, entre ellas la dureza de las políticas que deben padecer. La cinta, por sí sola, es algo aburridora, pues se trata de un ejercicio casi experimental en el cine; a la vez, la falta de un hilo conductor termina por generar efectos negativos en el espectador. Pero al conocer todo lo que hay detrás del filme y cómo éste es un grito mismo de libertad, el espectador termina por otorgarle a la película un valor que no tiene por sí mismo. Todo lo dicho hasta ahora me permite señalar el valor del filme: la política del y en el arte. La censura, independientemente de quien la haga, es denunciable. Claro está que el valor ciudadano no está tanto en la denuncia de la censura, sino en rechazar que alguien tenga ese derecho incluyendo a los amigos, y esto es lo difícil. Es fácil juzgar al enemigo, a un régimen inamistoso como el iraní, lo difícil y a la vez lo heroico es cuando se aplica la misma regla (no a la censura) al propio terreno y sí que tenemos muchos casos de censura, en diferente intensidad, cerca de nosotros. Nadie debería interferir con el cine, nadie. Pero bien lejos estamos de un cine independiente, y no sólo por las interferencias de los gobiernos, pues hay una de igual o peor calaña: la de los espectadores motivados por un mercado de entretenimiento que determina los gustos de los espectadores. El consumismo banal de cine termina por servir de escollo adicional al cine independiente y bien pensado. Así las cosas, para ver algo diferente, sentirse como un experimento visual, a la vez que manifestar cierto apoyo político al director, vale la pena ver el filme (ver este tipo de cine es, en cierta medida, un acto político). 19-09-2016.


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