Vi “Il divo” (Italia, 2008) dirigida y escrita por el magnífico Paolo Sorrentino y con un reparto de lujo, empezando por Toni Servillo (quien estuvo brillante) y Anna Bonaiuto, entre otros. El filme se centra en exponer la vida, pero desde una complejidad que desborda el género del biopic, del político demócrata cristiano Giulio Andreotti, quien determinó los rumbos de la política italiana durante la segunda mitad del siglo XX y que el espectador no puede dejar de comparar con Berlusconi. Como ya lo dije, el filme no cae en la biografía, dejando libre al espectador para juzgar a Andreotti ante todos los señalamientos que recibió en su momento: implementar grupos paramilitares de extrema derecha, ser cómplice en algunos magnicidios (como el de Aldo Moro) y ser aliado de la mafia siciliana. Por demás, si el espectador no tiene un conocimiento básico de los aspectos más importantes de la situación política italiana en los 60 y 70 no entenderá muchas referencias de lo que allí se narra: Sorrentino no quiere formar políticamente al espectador, por lo que no explica mayormente el contexto. Este nuevo estilo de confección del filme, donde sólo queda en claro el cinismo y la religiosidad del protagonista, hace que la cinta tome dimensiones tremendas, pues el director está sentando cátedra al trastocar el cine biográfico y político. En este sentido, creo que la película cae muy bien para ciclos de cine foro en torno a la corrupción, pues si bien no la describe con exactitud, la deja entrever, tal como sucede en la realidad. Quedó faltando, eso sí, ahondar algo más en las relaciones entre la democracia cristiana y la Iglesia católica. Pasando a elementos más estéticos, llama la atención el maquillaje. Esta película estuvo nominada en los Oscar justo por este tema, pero a mí me pareció excesivo e hiperrealista. Las barrigas y las calvas postizas eran más que evidentes, pero no fue un descuido, pues todo hace parte de la mordacidad exuberante del director que no se encuentra en sus últimos filmes, por ejemplo “Youth” (2015). En conclusión, este filme, como suele ocurrir con el cine de Sorrentino, marca un desarrollo diferenciado del género en el que se enmarca. De un lado, no es una típica cinta de biopic, pues no desarrolla en una línea clara la vida de un personaje público; del otro, no corresponde del todo con el cine político pues no hay un ánimo de denuncia (que bien puede ponerlo, pero de su cuenta, el espectador). Pero ante tanta complejidad, no queda otra alternativa que ver la película sin prejuicios y, de esta forma, disfrutarla como yo lo he hecho. 20-06-2016.
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