La resistencia gremial contra los doctores (PhD) en Colombia
Martes, 14 de Junio de 2016 11:20
Tomado de: aquí
La abogada e investigadora (PhD) Melba Luz Calle Meza, analiza el contexto de nuestro sistema de educación superior que no valora debidamente la formación y los aportes de los doctores y cómo en el caso de los directivos no existe un compromiso con la formación de alto nivel.
En la Instituciones de Educación Superior IES colombianas se asiste a la consolidación de un fenómeno sociológico de gran envergadura, del que no se suele hablar quizás para evitar eventuales desquites, destituciones o cancelaciones de contratos, caracterizado por una opaca resistencia gremial al reconocimiento de los méritos académicos de los profesores e investigadores con título de doctor (auténticos y no como los del Alcalde Peñalosa). Una renuencia practicada por las directivas y cuerpos docentes tradicionales, quienes no poseen, ni quieren o pueden adquirir, el PhD, y que son los más numerosos (en 2013 los docentes sin doctorado sumaban 109.183 frente a solo 6.555 doctores, según cifras del Ministerio de Educación).
Al día de hoy es posible hablar de una oposición, que no es abierta sino velada, por parte de la clase arraigada de docentes y regentes universitarios, a la transformación necesaria para que las universidades colombianas puedan equipararse a la de los países desarrollados y así obtener o renovar la anhelada acreditación. Evolución que empieza por el cumplimiento de un requisito académico básico en Europa y concretamente en países como, por ejemplo, España, en los que el título de doctor es imprescindible para concursar a una plaza de Profesor Titular o Catedrático de Universidad. Esto es, un requisito sin el cual es imposible ser docente universitario de planta, salvo de forma transitoria o como auxiliares en prácticas. Y, por supuesto, no basta con exhibir el escueto título sino que se debe aportar nuevo conocimiento y publicar la tesis doctoral en editoriales reconocidas y artículos científicos en revistas indexadas, etc.
El fenómeno de que se trata puede considerarse otro "choque de trenes" entre lo viejo y lo nuevo. Y obedece, en primer lugar, a las graves dificultades para poder acceder a la formación académica del más alto nivel, dado que la oferta de estos programas es muy escasa, las matrículas son muy elevadas y hay una falta escandalosa de inversión del Estado en su fomento. Es sabido que en Colombia la inversión en ciencia y tecnología es de las más bajas de América Latina, en 2013 solo era del 0.44 % del PIB en comparación con, por ejemplo, Brasil que invierte cerca del 2%, mientras que los Estados Unidos, Europa y los países asiáticos invierten entre el 2 y el 5% del PIB. Ello significa que, con esa falta de apoyo y déficit de inversión pública en la formación doctoral, esas más de 100.000 personas actualmente vinculadas con las IES no podrán acceder a dicho nivel. Y por ello miran a los doctores como sus enemigos pues ven en ellos lo que tal vez nunca van a alcanzar. Además de no estar dispuestos a ceder los privilegios y el control adquiridos gracias a la larga e ininterrumpida permanencia o antigüedad en las instituciones.
Esta situación no es nueva en la historia de la humanidad. Jonathan Swift en sus Viajes de Gulliver ya ironizó sobre algunos de los habitantes de Liliput que habrían querido reducir la estatura del gigante protagonista ante su imposibilidad para igualarlo. Esa formidable novela de Swift es bien sabido que contenía una crítica muy seria a la intransigencia de la sociedad inglesa de su tiempo para admitir en su seno a quienes destacaran por sus méritos.
En la Colombia universitaria actual nos encontramos con esa misma moral liliputiense. Pues es posible un espectáculo que resulta absurdo a todas luces en Europa: Rectores o decanos de Universidad sin título de doctor, a quienes les basta con ser egresado o magister y constituyen la máxima obstaculización al reconocimiento del valor del doctorado, pues no aceptan la plena capacidad docente e investigadora de un PhD. Y son los que más poder emplean para entorpecer la carrera de los doctores, en claro detrimento del progreso académico y científico de las propias IES.
Pero ¿cómo se manifiesta el mencionado ardid institucional y docente en contra de los investigadores con doctorado?. Todo eso se puede ilustrar con algunas prácticas comunes, en especial, a universidades ubicadas en rankings académicos medios y con un escaso número de doctores entre sus profesores de planta:
1. La baja repercusión del título de doctor en los sueldos de los docentes y en su consideración profesional. Esta precariedad es la que obliga al pluriempleo de los doctores para obtener unos ingresos dignos. Pero, no solo mediante contratos en varias universidades sino también con asesorías al Congreso o a empresas privadas o en despachos de litigantes.
Ahora bien, en este país no existe un supuesto "cartel de doctores" y debe afirmarse esto con rotundidad. Pues resulta de todo punto de vista inaceptable, además de desafortunado, el uso que algunos hacen del término "cartel", cuyo significado literal es "organización ilegal de tipo mafioso", para denunciar una situación de la que muy pocos, o ninguno, se salvan y podrían "tirar la primera piedra". Por el contrario, los doctores y doctoras colombianos no solo no han creado ninguna mafia sino que son los primeros perjudicados de una situación universitaria impresentable.
2. La persona doctora e investigadora tiene que padecer lo que no está escrito en la actuación cotidiana de los cargos superiores. Decanos de universidades que, abusando de su posición, se atreven a hablar infundada pero públicamente de los "doctores fallidos"; lo cual es un insulto sin ambages. O, también, son capaces de despreciar abiertamente la categorización de Investigador Senior, Asociado o Junior que realiza COLCIENCIAS, porque no sirve para nada, lo que equivale a decir que la labor evaluada por la máxima autoridad pública en la materia no tiene ninguna utilidad, cuando en realidad desvirtúa precisamente la rebuscada tesis de los "doctores fallidos".
Aunque sea cierto que el sistema de evaluación y medición de grupos e investigadores actual deba ser mejorado en aspectos sustanciales, estas son las reglas del juego existentes. Y es obligación de los decanos y directivos promover el cumplimiento de las normas del Ministerio de Educación-COLCIENCIAS y destacar el esfuerzo de quienes cada año deben superar las múltiples exigencias del sistema para permanecer activos y reconocidos.
3. Los doctores son marginados un día sí y otro también de la toma de decisiones que atañen al desarrollo de la ciencia, medidas que quedan en manos de funcionarios que no son en realidad académicos ni investigadores porque no cumplen con los parámetros mínimos cuyo punto de partida es justamente el título de doctor o PhD.
Este es el panorama cotidiano de las universidades, salvo, quizás, en las IES de élite que cuentan un amplio staff de doctores como profesores de planta. Mientras que aquellas instituciones en proceso de obtener la acreditación de alta calidad, o la primera renovación, necesitan muchos más doctores para cumplir con los objetivos mínimos de la educación superior del siglo XXI. Para ello es preciso tomar decisiones audaces con base, por ejemplo, en una más amplia cooperación internacional en los programas de doctorado para la agilización de los grados o para la vinculación expedita de doctores extranjeros que amplíen las plantas de personal existentes. Pero estas universidades permanecen férreamente dominadas por un gremio anquilosado de profesionales sin competencias suficientes en estas materias, aunque controlan el día a día universitario, en buena medida, por su fidelidad ideológica y política a los detentadores del poder institucional. Es un funcionamiento en círculo vicioso mediocre y burocrático que contribuye a la lentitud, cuando no a la parálisis, de un avance científico riguroso.
Frente a esta situación no cabe la lamentación sino la crítica. Los propios doctores son los primeros que deben comprometerse con su realización. Pero no se debe confiar en la mera acción individual, sino trabajar con toda seriedad por encontrar fórmulas asociativas adecuadas como vehículos para opinar y participar activamente en el afianzamiento de un elevado nivel académico e investigador en la educación superior de Colombia.
Sobre la autora:
Doctora en Derecho por la Universidad de Zaragoza. Magíster en Derecho Público de la Universidad de París II y de la Universidad de Oviedo. Especialista en Derecho Administrativo de la Universidad Externado de Colombia. Abogada de la Universidad del Rosario, título homologado al de licenciado en Derecho español. Profesora de Planta de TC de la Facultad de Derecho de la Universidad Militar Nueva Granada. Docente investigadora del CISJ de la Universidad Libre de Bogotá. Correo electrónico: melbaluz.calle@ gmail.com
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