Vi “Trumbo” (USA, 2015) dirigida por Jay Roach, con amplia carrera especialmente haciendo filmes para TV, pero también algo de cine político (recuerdo, por ejemplo, Game Change, 2012, sobre Sarah Palin) y famoso en la industria por las películas de Austin Powers (es decir, un director cercano al cine-comedia). El guion, con un tinte cómico como era de esperarse, fue obra de John McNamara. Aquí se narra la persecución contra los militantes del partido comunista que trabajaban en la industria del cine durante los inicios de la guerra fría, especialmente contra el director y guionista Dalton Trumbo (a quien alguna vez analicé por su gran película “Johnny got his gun”, 1971). Se trata pues del género del biopic. Ahora bien, antes de entrar en temas de contenido, hay que decir que la película ha logrado descollar fundamentalmente por la actuación fantástica de Bryan Cranston (quien hace de Trumbo) así como por su buen reparto (Diane Lane, Helen Mirren, John Goodman, etc.). Serán muchos los premios que la cinta coseche por sus actores. ¿Y lo demás? No está nada mal, aunque se trate de un relato cronológico acartonado, muy alejado de la forma de dirigir del propio Trumbo. Pero eso es un asunto menor, dado que el fuerte de la cinta no era servir de cine-modelo-estético, sino de denuncia política de uno de los pasajes más vergonzosos de la industria cinematográfica en especial, y de la democracia estadounidense en general: la persecución al opositor, al diferente, en este caso, de los ultraconservadores que expulsaron de Hollywood a los que no seguían su dictado -atentando contra la libertad de pensamiento- y, por ahí derecho, librándose de la competencia en el mercado cinematográfico de las personas de izquierda que eran muy buenos en su oficio. En este sentido, la cinta es completamente conmovedora del drama humano que supone la exclusión del diferente a la vez que permite ver como los radicales siempre usan los mismos argumentos fanáticos (que considera al “otro”, por ser tal, mi enemigo y fuente de todos los males) que esconden intereses más mezquinos. No obstante este ambiente atroz, Trumbo no dio el brazo a torcer y logra ganarle al sistema excluyente, a pesar de estar en una lista negra (por lo cual nadie podía contratar con él), al seguir produciendo con éxito bajo seudónimos. Al finalizar, cuando las circunstancias políticas cambiaron, la lista negra desaparece y los excluidos sobrevivientes pueden volver a ser parte de la Industria, entre ellos un Trumbo que recupera con creces su prestigioso en Hollywood. Que buena película para reflexionar sobre la intolerancia del fanático (siendo lo peor de ello, que éste no se da cuenta de su propia radicalidad) a la vez que sirve de homenaje a los que perseveraron en la defensa de sus libertades básicas. Finalmente, esta película está muy asociada al documental “Trumbo y la lista negra” (USA, 2007) dirigido por Peter Askin, que ha sido bien recibido por la crítica. En fin, por su gran valor político sumado a la brillantez de las actuaciones, recomiendo la película ampliamente. 27-04-16.
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