Vi “Mr. Holmes” (RU, 2015), dirigida por Bill Condon (con una amplia carrera en la TV, en el cine comercial –La saga de Crepúsculo-, el cine político –El quinto poder, 2013-, etc.) y guion de Jeffrey Hatcher, quien adapta la novela de Mitch Cullin (“A Slight Trick of the Mind”). La película ha sido recibida por la crítica, generalizando, aplaudiendo la gran actuación de Ian McKellen (quien hace del mítico detective Holmes) y de Milo Parker (quien hace del niño que, con su madre, cuida de Holmes), de un lado; y comentado con muchas reservas la poco enfocada dirección de Condon (un hombre quien no ha sido bien recibido por la crítica especializada amante del cine independiente), del otro. La historia se desarrolla en torno a un Holmes mayor, retirado de su oficio, luego de la Segunda Guerra Mundial, quien afectado de la pérdida paulatina de su memoria se pregunta por qué fue que abandonó su profesión de detective privado, lo que lo lleva a un viaje al pasado aprovechando elementos del presente (la familia que lo cuida, objetos que descubre en su casa, etc.). De mi parte, debo señalar que la película me gustó, en especial porque se sale del cliché del cine de detectives. Esta cinta nos muestra una faceta más humana del mito de Holmes, que bien sabe expresar Ian McKellen, a la que no estamos acostumbrados. En este sentido, deja un toque nostálgico al que, creo yo, bien le supo sacar provecho el director. Claro está que el relato se desvía en más de una ocasión, dando recovecos que el espectador fácilmente consideraría como innecesarios, sumado a la sobreexplicación de los contenidos que desatan la trama, a ciertos momentos en que el protagonista no logra ser creíble (hay escenas en las que el espectador no se cree que el personaje central ya pasó de los 90 años), a la poca credibilidad en la crisis que le desató a Holmes su último caso y a una conclusión final algo simple y poco contundente, como se esperaría de una citan con Holmes de protagonista. Pero aun así, los méritos son mayores que los comentarios negativos (si es que así podemos llamarlos). En cuanto a la reflexión a la que el filme nos convoca, está algo evidente (las dificultades de la vejez, cosa magistralmente retratadas por Bobbio en su libro “De senectute”) y algo que pasa más desapercibido: la fe en el relevo generacional, sobre la que se basa en buena medida la humanidad. La recomiendo entonces, con los matices ya señalados. 30-04-2016.
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