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Vi “A Walk in the Woods”
(“Un paseo por el bosque”, USA, 2015) dirigida por Ken Kwapis (un director con
una larga trayectoria, especialmente en series cómicas de TV, pero con poco
brillo en la industria fílmica independiente) y con un reparto estelar: Robert Redford, Nick Nolte y Emma Thompson. Se trata de una road movie, película de caminos: dos
viejos amigos, que no se veían desde hacía mucho, hacen juntos una larga
caminata por los Apalaches estadounidenses esperando darle así algo de juventud
a sus vidas desgastadas. Uno de ellos asume el rol del buen hombre y el otro
del descarriado en rehabilitación. Ahora bien, el filme no tiene consistencia
propia, pues intenta pasar de la comedia al road
movie continuamente, lo que en vez de aportar le resta a la credibilidad de
la cinta. Me explico: el espectador, al finalizar, queda a medias frente a lo
que la película promete, pues por pretender hacer tanto a la larga no hace
mucho. Intenta hacer reír a la vez que plantear la vida en un proceso de
construcción bajo la metáfora del camino. Lo uno y lo otro (las road movie y las comedias) no se llevan
bien, a menos de que el guion sea brillante (y en este caso, no lo es). De
todas maneras, hay escenas divertidas y uno que otro diálogo profundo. Yo, por
mi gran pasión por las road movie,
que reflejan sin igual el drama de la vida y la curiosidad humana por
encontrarse como un ser-mejor, le saqué gusto a pesar de las críticas
generalizadas que ha recibido el filme. Igualmente, no puede dejarse de lado la
buena fotografía, y es que los paisajes se prestan para ello. Concluyendo, si
bien el filme tiene a mi modo de ver sus falencias, logra reflejar el quid de las road movie que suelen ser, por ello, cautivantes. ¿Por qué atraen
tanto las películas sobre peregrinaciones y caminos que asume una persona?
Porque es la metáfora por excelencia del deseo insatisfecho, pero también de la
cultura y del (sano) inconformismo que nos aqueja. La búsqueda incesante de quiénes
somos y de cómo ser felices, nos lleva a explorar este género. Pero también,
desde antiguo, al viajero se le atribuye la cultura, la sabiduría, en tanto
conoció otros mundos y puede por ello comparar y confrontar lo que los que
no-viajan consideran que es natural y obvio. Y mucho mejor si la transformación
que promete el camino está rodeado de un reencuentro con la naturaleza, esto
es, con el origen idílico de lo humano. Películas como ésta nos muestran,
generalizando, que nuestra cultura no se siente tan conforme siendo urbana a
pesar de que ya no podamos vivir por fuera de la ciudad. Esta cinta, entonces,
si bien no la ubico ni por asomo como de las mejores del género de las road movie, si tiene ese destello que
tanto me impresiona y que da lugar a interesantes reflexiones sobre lo que implica.
La recomiendo, pues, como una forma de acompañar saludablemente nuestra mente
inconformista. 30-03-2016.
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