Vi “Detachment” (El profesor, 2011, USA), dirigida por Tony Kaye (con una modesta carrera en el cine, aunque en su haber está “American History X” (1998) que recibió buenas críticas). Esta película narra cómo se desenvuelve la vida en una escuela llena de profesores derrotados, estudiantes indolentes y apáticos, y una administración frustrada. Dentro de ese contexto aparece un profesor substituto, con un gran don de gentes, que logra conectarse con el alma de colegas y estudiantes, salvando a algunos, siendo testigo de la ruina de otros, etc. Este filme hay que analizarlo desde varias ópticas pues es muy denso en todo sentido. Desde el plano estético, la cinta está llena de juegos de cámara fragmentados y rápidos, que la hace pesada para el espectador. Hay muchos cortes en la narración, impuestos por una fotografía que quiso ser más de lo que pudo. Las actuaciones son muy creíbles, pero se recargan demasiado en el experimendadísimo Adrien Brody (quien hace de profesor substituto). Eso sí, la banda sonora es apropiada. Ahora bien, desde la trama, la narración es continuamente fragmentada, por lo que el espectador se puede sentir incómodo ante tanto afán de mostrarse como película diferente y excepcional. Pero salvo este tono soberbio, lo que se describe de fondo es tremendo: i) una vida sin sentido, pero que aun así aparece la ternura y el sentido de lo correcto, incluso la compasión, todo en el mejor sentido del pesimismo sistemático de Schopenhauer; ii) la soledad es el protagonista del filme, pero se analiza desde varios roles: quien está solo y destruye la otroriedad, el que está solo y queda en neutralidad, el que está solo pero hace algo por el otro; iii) el durísimo rol del docente que, de alguna manera, se convierte en el “chivo expiatorio” de los males sociales y familiares (descargar las culpas en el proceso institucional educativo), esto hace que el filme tenga mucho que decirle a todo profesor, no sólo de escuela sino incluso universitario. En varias escenas recordé momentos de mi vida como docente, pues lo que allí se narra no es ciencia ficción. En este sentido considero que este filme permite, como muy pocos lo hacen, sendos cine-foro sobre varios tópicos, justo por lo tremendo de la narración. Para empezar, para quien estudia Schopenhauer, creo que es relevante pues a partir de allí se pueden rastrear conceptos claves para ese autor alemán como lo son el pesimismo sistemático y la acción compasiva y ética de quien, sabiendo el dolor del mundo, no se abandona en el nihilismo. Igualmente, las reflexiones en torno al valor de la educación que se hacen en el filme permitiría abrirle los ojos a muchas personas de que educarse no es una molestia. En momentos actuales ya es un acto de rebeldía con un sistema que prefiere apáticos pasivos lo que garantiza salarios bajos, poca crítica política, masificación del consumo sin-sentido, etc. Educar y educarse ya es un acto revolucionario, por lo que una educación buena, exigente, siempre debe ser defendida pues los monstruos que la acechan son más fuertes. Lo peor es que esa educación liberadora sea atacaba, en no pocos casos, por lo que de ella se beneficiarían: los educandos. Además, ¡qué gran llamado de atención el que allí se hace!: ¿y las familias? Las instituciones educativas, como su nombre lo dicen, educan, instruyen, aportan, pero la formación integral no es responsabilidad del docente, sino de la cultura. La familia, sea cual sea, es crucial para sentar las bases de seres humanos integrales y, por tanto, con mayores y mejores condiciones de desenvolvimiento en un mundo tan hostil. Para finalizar, el toque tristón y melancólico del filme, que tanta crítica ha generado, la considero yo que es un arma contundente para convocarnos a la reflexión. Aquí no hay final feliz, tampoco todo es desolación. Algunas almas son tocadas en la narración. Todo sigue en penumbra, pero siguen danzando en medio de ella varias luciérnagas que buscan, sin remedio, encender más luces, con la esperanza que llegue así el mediodía. La recomiendo ampliamente. 14-09-2015.
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