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Vi “Ida” (Polonia, 2013) de Pawel Pawlikowski (primera película que veo de este director) que trata de una novicia católica que, justo antes de asumir los votos en su convento, es enviada a descubrir sus raíces al lado de su tía, una jueza de la Polonia comunista. Así se entera que es descendiente de judíos y, junto a su tía, buscan los cadáveres de sus familiares asesinados durante la Segunda Guerra Mundial para darles sepultura. Ahora bien, el filme me encantó por varios motivos: a) Tiene una fotografía maravillosa. Cada escena está finamente cuidada predominando la mirada íntima y rebelde del director (por ejemplo, es raro que el actor que lleva la acción dramática esté en el centro del cuadro). b) La duración (80 minutos) es justo la adecuada para una historia que no se queda quieta en ningún momento. c) La historia conmovedora de la novicia y de su tía, que quedaron muy bien retratadas por las actrices que le dan vida. Pero el drama está justo en que ambas mujeres reaccionan de forma diferente, casi que opuesta, al reencuentro con el pasado. En un caso el pasado es superado con creces, en el otro el pasado desencadena la crisis existencial más fuerte posible. En fin, todo lo anterior explica porque esta película se ha llevado tantos galardones en los festivales de cine independientes. Para finalizar, invito al espectador a una reflexión con base en la película: la guerra, como lo señala un diálogo del filme, saca lo peor de las personas, pero una vez ésta termina surge el siguiente interrogante: ¿cuál debe ser la actitud dominante? ¿El olvido, el develamiento o un punto medio? ¿Es posible un punto medio? Existe cierta tendencia, sin decir que esto sea bueno o malo, a “dejar en el pasado” los estragos del conflicto, tanto en víctimas como en victimarios. Se ha creído que esta es la mejor forma de reconfigurar las relaciones que se rompieron y de reconstruir el tejido social y afectivo. Pero ¿esta tendencia debe ser puesta bajo sospecha? En la película el regreso al pasado cambia las vidas de las protagonistas. Una de ellas ve en ese camino una forma de hacer las paces con su presente y reafirmar su vocación. En la otra, el pasado conduce a la muerte. Esto nos lleva a entender que no hay soluciones mágicas ni objetivas. Hay un claro “todo depende” en cada uno de los juicios que podemos hacer al respecto. La recomiendo, entonces, tanto por su alto valor estético como por las reflexiones que suscita. 12-02-2015.