Vi “La danza de la realidad” (Chile, 2013) del reconocido director de cine fantástico, Alejandro Jodorowsky (a quien recordamos por “La montaña sagrada” y “Santa sangre” entre otros). Se trata de un filme, con voz en off del propio director, vitalista e intimista, donde Alejandro hace las paces con su pasado en especial con su controvertido padre (un comunista autoritario y conveniente). Dicho con otras palabras, el espectador se siente invitado a una sesión de desahogo de otro a la vez que es retado por las cientos de imágenes-fantásticas-simbólicas que tal vez sólo Alejandro entenderá plenamente. Eso le quita comprensión y entusiasmo al público, a lo que se suma que es, a mi modo de ver, más larga de lo que debería. No obstante, como documento estético, está muy bien hecho, con mérito en la fotografía y la banda sonora. La trama, como era de esperarse conociendo el director, es tremendamente fantástica (es como asistir a una sesión de circo) pero deja ver una línea narrativa de la despedida de la una niñez y la aceptación de la adultez artística hecha bajo la sombra de un padre con el que faltaban arreglar las cuentas pendientes. Creo que en ciertos momentos estos ejercicios íntimos son más que necesarios, y Jodorowsky lo hace con lo que sabe hacer: el cine. Yo no volvería a verla, la verdad, pero fue un ejercicio interesante ver algo distinto a lo que se suele mostrar. Esto ayuda alimentar el gusto por cierto tipo de narraciones que ya tengo claro son las que me gustan. Hay que probar muchos sabores para poder saber los que mejor apetecen, y una vez encontrados hay que seguir probando la variedad para retar los gustos ya afianzados. 13-01-2015.